2010-12-12

El Gato Negro

4 Mordiscos

En silencio, sentado ante la entrada aguardas a tu ama, a la que todos condenan por creerla bruja, pero solo tú sabes la verdad, una verdad tan dolorosa como la soledad.

Aguarda, aguarda pacientemente, confundiendote entre las sombras, donde solo tus amarillos ojos brillan dispuestos a mandar un escalofrío por la espalda de quien ose acercarse a tu morada.

Por fin, ella entró, silente como siempre, apenas perceptible, pero tú, tú sabías que ella venia desde mucho antes que lo hubiese decidido, posees ese oscuro sentido, llamado sexto por algunos y maldición por otros.

Aún inmóvil entre tus sombras, abriste los ojos un poco más para que se te distinguiese del resto de la oscuridad y alzaste la barbilla con un leve saludo, esperando a que ella como siempre, se sentase por agotamiento y así poder saltar a su regazo, pasear tu nocturno pelaje entre sus dedos y ronronear mientras mutuamente os curáis la soledad.

Una simbiosis perfecta entre nostalgia y compañía, tanto que compartir y a la misma vez, tan poco que contar.

Fijaste tu mirada en sus ojos, tan felinos como los tuyos, no por lo rasgado, sino mas bien por el entrecerrado cansado que los caracterizaba. Maullaste, intentando captar una atención que estaba a millas de la que tú requerías en ese momento, pero pacientemente aguardaste tu turno en sus pensamientos.